Entrevistas

Entrevista a Rubén Albarrán

“Hace tres sexenios, quemé la tarjeta con la cual se vota porque no creo nada en la clase política. Me parece deleznable”.

Con brutal honestidad, el músico Rubén Albarrán, quien junto con su banda Café Tacvba ha apoyado causas sociales, ambientalistas e indígenas, expresa su pesimismo frente a las elecciones presidenciales. Tras fustigar al expresidente Enrique Peña Nieto, Albarrán enardece al público reunido en la Cinemateca de Bogotá para su charla El cine y yo, que estalla en una ovación cuando él concluye su reflexión de cara a los comicios mexicanos, en junio del próximo año:

No voy a participar de esa tontería de ir a escoger a una persona que no conozco, que no sé de dónde viene y que sé que no va a hacerlo bien. No sirven al pueblo, es absurdo –y es una fantasía que nos han inculcado– pensar que van a mejorar las cosas. El caos está instaurado y les funciona, porque es la forma de controlarnos. Izquierda y derecha es exactamente lo mismo.

Albarrán se siente cómodo en su rol de estrella de la música latinoamericana. No se agita. Más bien habla despacio, con dichos mexicanos, enfundado en su traje de dos piezas del color de las buganvillas. Recorre su carrera artística y es inevitable reconocer en él la influencia que ejerce la cultura mexicana, desde sus formas más refinadas en la literatura y la filosofía, hasta impactos más profanos como la lucha libre o el humor:

Muchos comediantes mexicanos no venían del cine – recuerda–, sino de la carpa, que era donde la gente iba a ver espectáculos populares. Había música, bailarines, la gente pagaba unos boletos muy baratos, las carpas se ponían en los barrios pobres y la gente pagaba por ver un espectáculo de unas 3 o 4 horas. Parte esencial de esos espectáculos eran los comediantes. Muchos de ellos lograron pasar al cine, como Cantinflas, Tin Tan o Don Ramón.

¿Cómo fue su infancia?

Mi familia materna, que era la que frecuentábamos, era gigantesca. Tenía como 15 primos, cuatro tíos y nos reuníamos a escuchar la radio, ver la televisión, ver películas mexicanas. En las fiestas familiares, en casa de mi tía, después de la comida se movía la mesa, se quitaban las sillas, se hacía espacio y ya todo mundo se ponía a bailar rocanrol. Mi tía y su esposo eran bailarines de danzón, de mambo. En algún momento se ponía la canción de ‘Zorba el griegoʼ y era un relajo…

¿La de la película con Anthony Quinn?

Sí, ese personaje resuena en mí porque uno de mis cuatro tíos, por el lado de mi madre, era como él: nunca tuvo una posesión material, nunca se casó, nunca tuvo hijos, pero bailaba increíble, patinaba… trabajó mucho tiempo con un ventrílocuo famoso, mi tío le guardaba los muñecos. Los dos eran bien borrachos y jugadores, entonces cuando terminaba la función guardaban los muñecos y se ponían a tomar y a jugar. ¡Era un personaje!

¿De allí proviene su vena artística?

Yo había desechado el camino musical porque mi papá decía: “Tú no vas a ser como tu tío Élfego. Tú sí tienes que estudiar, tienes que tener algún trabajo”. Después, uno de mis ‘alter egosʼ (nombres que asumía con cada nuevo disco) fue Élfego Buendía.

¿Como en ‘Cien años de soledadʼ?

Precisamente, por eso tomé ese apellido. Y el Élfego por mi tío, honrando esa figura tan especial, con la cual me siento tan identificado, aunque mi padre se hubiera enojado mucho. O tal vez sí veía el Élfego en mí, pero volteaba a mirar a otra parte.

Entre dos se preparó el Café

Aunque se dio a conocer con una letra cantada en la jerga de Ciudad de México (‘Chilanga bandaʼ), Albarrán no se considera un chilango: “Ese término tiene que ver con aquellas personas que vienen desde afuera a vivir en Ciudad de México. Yo viví en Ciudad Satélite, que es una de las colonias en las afueras de la capital y antes era parte del municipio de Naucalpan, un asentamiento prehispánico. El ambiente era muy provinciano, no salíamos para nada, solo íbamos a Ciudad de México a comprar instrumentos, ya que salía más barato. Pero las fiestas, las tocadas de los grupos, todo se hacía en Ciudad Satélite”.

De hecho, la voz de Café Tacvba pronunció sus primeras palabras en Monterrey, a donde su familia se mudó por el trabajo de su padre. Pocos años después, regresó a Ciudad Satélite a tiempo para estudiar la secundaria, justo cuando empezó formar su primera banda, con la cual tocaba en la escuela.

¿Dónde conoció a Joselo Rangel, el otro fundador de Café Tacvba?

Nos conocimos en la UAM, Universidad Autónoma Metropolitana. Ambos estudiábamos carreras de diseño: él, industrial, y yo, gráfico. Siempre me gustó lo visual, creo que la parte lógica de mi cerebro no funciona tan bien. La otra es la que le echa la mano. De chiquito, mis papás no me compraban juguetes, así que yo me los construía, eso me ayudó muchísimo a desarrollar mi creatividad. Cuando salí de ver ‘Star Warsʼ (yo tendría unos 9 años), me fui directo a mi casa y empecé a cortar cartulinas, me fabriqué las naves en tercera dimensión. De vez en cuando, diseño cosas y me fascina.

¿Cómo nació Café Tacvba?

Ahí en la UAM, durante el primer año. Era un edificio que tenía todas las aulas alrededor de un patio central, entonces era un poco difícil concentrarse. Joselo y yo no entramos a clases durante todo un año, nos quedábamos en ese patio interno y llevábamos nuestra grabadora de casetes. Escuchábamos música todo el día y conversábamos sobre ella y un poco sobre diseño. Ahí dijimos: “Hay que hacer un grupo, que tenga estas características y que suene así. ¿Por qué los ingleses hacen esto y nosotros no lo estamos haciendo?” Pensábamos que el rocanrol proviene del blues y de la música country, esa mezcla… Pero nosotros teníamos nuestro blues y nuestro country y empezamos a juntar las piezas. Durante ese tiempo se gestó el concepto de Café Tacvba.

Supongo que el nombre proviene del famoso restaurante.

Sí, el Café de Tacuba, que tiene mucha tradición, existe desde principios del siglo XX y ahí se reunían artistas, políticos, etc. Era un lugar que tenía mucha onda y eventualmente lo visitábamos con nuestras familias. Es un lugar donde se sirven recetas mestizas: europeas con ingredientes nativos. Y es allí donde dijimos: ‘Eso es lo que nosotros queremos hacerʼ. Hacer evidente que somos mestizos, que provenimos de diferentes culturas. Y en México se dio un fenómeno: empezaron a surgir estaciones de radio que contrataban grupos de todo el país. Todos de diferentes regiones, venían a tocar su música, a presentarse en la radio y se quedaban a trabajar. Esa era la discoteca de nuestros padres, una mezcla de cosas locales con los Beatles y muchos otros sonidos… Eso somos nosotros. Antes, tuvimos un grupo que se llamaba Alicia ya no vive aquí (por la película de Scorsese) pero nunca logramos algo: es que el baterista no era bueno. No lográbamos terminar una canción jamás.

¿Es cierto que estuvieron a punto de trabajar con Madonna?

En 1996, hicimos el video de ‘No controlesʼ, con un amigo llamado Ángel Flórez y un lenguaje visual similar a ‘Koyaanisqatsiʼ (película conceptual producida por Francis Ford Coppola). En esa época, Madonna nos estaba buscando, porque quería contratarnos para su disquera, Maverick. Al final, no se realizó porque nos ofrecía unas condiciones como si fuéramos un grupo novel y ya no lo éramos. Le dijimos que no, pero justo en esa época ella sacó un video llamado ‘Ray of Lightʼ. Y yo creo que vio el nuestro y obviamente tuvo la referencia original de ‘Koyaanisqatsiʼ, pero como que dijo: “¡Ay, qué chingón!”.

Entre el cine y lo social

Rubén Albarrán forjó su cultura cinematográfica en un viejo teatro que se llamaba Sala Fósforo, en el centro de Ciudad de México. Su vocación visual le permitió luego participar en varias bandas sonoras del cine, incluyendo clásicos mexicanos como ‘Amores perrosʼ. “Fue extraño, porque nos enviaron el guion –recuerda–, pero quien lo leyó fue Joselo. Y no le gustó. Tiempo después, regresaron desde la producción, ya la película se había hecho, y llegaron con la idea de verla y hacer música a partir de ella. Así surgieron dos canciones, una de Joselo y otra de Meme (del Real)”.

¿Conoció al director, Alejandro González Iñárritu?

Pero en otra época: cuando trabajaba en radio. De hecho, creo que él nos entrevistó. Cuando comenzó, nosotros comentábamos: “Fíjate que Iñárritu está haciendo cine… Ojalá le vaya bien”. Y resultó muy bien. Cuando vi ‘El renacidoʼ, una vez que terminó la película no pude parar de llorar. Fueron por lo menos tres minutos de un llanto desconsolado, casi hasta la vergüenza en la sala de cine. Mi pareja sí sintió vergüenza (risas). Como que dijo: “¿Qué le pasa a este güey? No era para tanto”. Creo que me agarró el oso, el que agarra al protagonista. Cuando terminó la película, ese oso vino y me sacudió de tal forma que no podía parar de llorar.

Usted acaba hacer en cine el papel de Dámaso Pérez Prado, el rey del mambo.

Me encantó la experiencia, fue muy bonito porque la invitación a ser actor llegó en la pandemia. Y yo me encontraba como en una depresión y me ayudó a salir. Sobre todo por la música de Pérez Prado. Fue un músico vanguardista increíble. Y personificarlo fue algo muy bueno para mi alma. Siempre la música en las películas es importantísima y la de Pérez Prado es increíble. Para los antiguos mexicanos, antes de los españoles, la música y la danza no estaban separadas. Yo lo visualizo así: el arte va unido, es difícil separarlo. Cuando comenzamos con Café Tacvba, yo decía que construía las canciones como si fueran un cartel o un diseño editorial: resolvía los problemas creativos de esa forma. Pasaba de un arte a otro. Para mí, la música y lo visual siempre han estado unidos.

Yo me encontraba como en una depresión y me ayudó a salir. Sobre todo por la música de Pérez Prado. Fue un músico vanguardista increíble. Y personificarlo fue algo muy bueno para mi alma.

¿Les transmitió esa vocación a sus hijos?

Los hijos son maestros y lo que llega a través de ellos es pura belleza. Son una oportunidad maravillosa de enseñar cosas: tienes un público cautivo y te van a decir que sí a todo. Bueno, cuando están chiquitos. Les pude enseñar cosas de las que me siento muy contento porque tal vez ellos ni siquiera lo saben de forma consciente. Después, cuando crecen, esas cosas aparecen y dices: ‘La semillita germinóʼ. A mis dos hijos les gusta la música, yo nunca los obligué a aprender algún instrumento, porque lo que más deseaba es que tuvieran una relación sana y amorosa con la música. Que encontraran en ella un refugio y afortunadamente los dos la aman. Son músicos no profesionales, se acercan por gusto propio a los instrumentos y hacen canciones. El mayor también es diseñador, hace su ropa. De niño, le enseñé perspectiva y él dibuja increíble. Desgraciadamente, cuando mi hija nació, la relación con su mamá ya empezaba a deteriorarse y no pude enseñarle perspectiva… ¡Mi hija dibuja horrible!

¿Cómo se gestó su lado activista?

Cuando tienes una banda y eres el vocalista, eres como la punta de la flecha, el primer contacto con el público, en quien la gente pone su atención. Por eso, comenzó a acercarse gente para exponernos situaciones problemáticas que enfrentaban. Yo había vivido el vórtice de la mundanidad y con esas experiencias, a partir de lo que vivía con el grupo, empecé a reflexionar. Algunas asociaciones se acercaron y nos compartían su trabajo, tal vez buscando un apoyo. Nos invitaron a participar en eventos, en marchas. Así me fui sensibilizando sobre diferentes problemáticas. Una vez que te han sensibilizado, ya no hay vuelta atrás, ya no te puedes hacer el pendejo y se amplía tu corazón. Si hay la oportunidad, ves la forma de apoyar. Lo que está viviendo el otro es algo que eventualmente tú puedes estar viviendo. Ese es mi interés: ayudar, participar con esas asociaciones, esas problemáticas.

¿Hace alguna diferencia que una mujer pueda llegar a la presidencia de México?

No. Puedo pensar en que sea bueno que una mujer llegue a la presidencia, pero antes que mujer es un político. Y primero va a obedecer a sus mandatos políticos antes que a sus mandatos de corazón. Perdón por ser pesimista. Pero también tengo un lado optimista y amo la vida. Y creo que la oscuridad y la involución le dan forma a la luz. Es difícil comprenderlo (…) Creo que el arte puede transformar. Y también puedo pensar que una canción o una película es importante, pero tal vez tampoco. Así sea el director más grande de la historia: no estás transformando nada, te estás transformando un poquito a ti. Ese es el meollo: el arte te transforma a ti.

Entrevista a Rubén Albarrán por: Julio César Guzmán

Related posts
Entrevistas

Kurt Cobain en entrevista con Jon Savage

El 7 de julio de 1993 el periodista musical Jon Savage realizó una extensa entrevista con Kurt…
Read more
Entrevistas

Patti Smith: Hay que dar muchos pasos para conseguir ser libre

Narradora, poeta y cantanteunderground, a sus 73 años se define como una superviviente. La…
Read more
Newsletter
Music Lovers
Ingresa al newsletter para recibir en tu correo amor por la Música.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrevistas

Kurt Cobain en entrevista con Jon Savage

Worth reading...